Paseo de San Juan

Distrito 37

Ando. Camino. Veo.
Encuentro locales nuevos, entro y pruebo. Descubro locales viejos.

No todo es acera gris en la Calle Aragón. Te has de bajar de la moto, del coche o del autobús y caminar para ver ese escaparate que no dejan fotografiar.

Es la primera parada del itinerario. Es una tienda de comestibles. Tengo sed. Pido un agua. 
Te propongo que pares en una de esas bodegas casi desaparecidas de la faz de la ciudad. Un escaparate de los que ya no se ven. Un local donde te venden un helado, una botella de cava o una bota de vino. Si, una bota de piel, la de toda la vida, la bota de pastor, de obrero, la del moderno con bigote. Y te lo venden todo al precio que toca, no a precio de turista, y en el mismo centro de la ciudad.
Confiad en mi palabra de barcelonesa. Vale la pena dejarse los euros allí.
El Celler de la Rosa se merecía mi primera reseña. Un premio a la autenticidad, a la perseverancia, a la memoria ciudadana.
En vuestros próximos paseos, no lo dudéis y comprad allí. Se lo merecen.

 
 

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